En lugar indicado, en el momento justo. Sin las advertencias del sereno y sin la reacción del penitenciario, pudo haber sido, incluso, una masacre. “Pienso que Dios me puso ahí, si no, no sé lo que podría haber pasado”, dice el uniformado desde uno de los patios externos de la Unidad Penal II de Oberá. Lleva toda una noche sin dormir el hombre que se ganó el mote de “héroe” por parte de sus propios compañeros.
Sin brindar su identidad, el oficial aceptó hablar con PRIMERA EDICIÓN y contó, en primera persona, cómo fue el enfrentamiento con los delincuentes que el último lunes por la noche intentaron copar la cárcel obereña para rescatar a uno de los internos.
“Estaba recorriendo el perímetro del módulo ‘A’, la parte interna, cuando decidí caminar hacia el frente. Ahí escuché los gritos del sereno de la obra. No podía distinguir qué decía. Estaba a unos 70 metros de distancia”, recordó el penitenciario.
En realidad, desde hacía varios segundos el uniformado había comenzado a seguir con la mirada una serie de bultos extraños que se movían de manera intermitente en la oscuridad. No parecían ser los trabajadores de la obra que solían quedarse a dormir en el lugar.
“En la oscuridad pude divisar al sereno, como que forcejaba con otra persona. Después vi que eran dos, además del cuidador. Y ahí vi que uno que estaba encapuchado se acercaba a la reja. Era todo muy extraño”, explicó.
El oficial jamás perdió de vista la situación. Tal como le indica el entrenamiento y 21 años de experiencia en las cárceles, se preparó para desenfudar la nueve milímetros. “El sujeto se prendió al portón, atropelló la reja y quería abrirlo. Entonces vi que tenía un arma larga ya empuñada y escuché cuando la cargó”, recordó. Fue automático: “ahí disparé, dos veces, para repeler el ataque, para intimidarlo. Se dio vuelta y corrió por la obra en construcción”. Debido a la adrenalina, el uniformado no recuerda si escuchó o no disparos mientras los maleantes escapaban. Fueron segundos. Una eternidad.
“Enseguida llamé al personal a mi cargo y montamos un cordón de seguridad. Nuestro primer objetivo fue custodiar el módulo pero también resguardar la integridad de los civiles que estaban en la zona de obra. Se activó todo un protocolo de seguridad, dimos aviso a la Policía y comunicamos a nuestras autoridades sobre lo sucedido”, explicó.
Pese a que en un primer momento se habló de que los disparos derivaron en una suerte de revuelta en el interior del módulo ‘A’, donde Vanderlei Lopes recibía la cena junto al resto de los internos, el penitenciario desmintió esa teoría. “No hubo ningún altercado, fue algo sorpresivo. La población se mantuvo en la normalidad”, confió.
El penitenciario no dudó en explicar desde la fe lo sucedido el último lunes. Es que, según él y quienes lo rodean, si llegaba segundos más tarde quizás las cosas hubieren terminado de manera diferente, probablemente en una masacre o con una fuga masiva. “Pienso que Dios me puso ahí, si no, no sé lo que podría haber pasado, cómo podría haber terminado la historia”, sentenció uno de los hombre que ‘salvó’ la noche en la cárcel obereña.